Visita, III
- Michal Hynst
- 16 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Te creció el pelo y se puso más negro que piel de cielo de noche. No sé cuantas horas esperé, la vida es muy extensa para medirla de a veinticuatro por día, nunca supe cuánto dura una hora para vos, un abrazo puede durarte toda una semana, el trago lo que una canción, pero llegaste y yo vuelo como el avión que te trajo. La ansiedad me pone de malas, lo sabés, por eso no te extraña verme con los brazos extendidos junto a la ventanilla de tu butaca, golpeando el vidriecito, pero te preocupa la turbina, con tanta paloma trágica, tanta turbulencia cotidiana, no querés verme absorbido más que por tus silencios al caminar o tus carcajadas repentinas al vernos a través de una foto. Acompaño tu aterrizaje como pájaro ebrio de tu cercanía, y mareado custodio la puerta que me devuelve a tu pelo, tus libros, tu porte, tu cascada de velo negro, tu río de color nativo. Y aparecés y todo se congela, y avanzás y todo se estremece, y llorás y reís, y muero y lloro, y por fin, todo, gran puta, otra vez, todo tiene sentido. Sos más pequeña de lo que recuerdo, o será que el mundo se magnifica a tu paso, y yo quedo tirado en un rincón de eso que llaman realidad, no puede ser, tantos años, corazón solo, tanto poema muerto, tanto dormir sin sueño, y me decís que nos vamos, que huyamos de este hueco donde dios pasó cagó y se fue, y nos tomamos mil bondis, y de pronto llegamos, entonces el universo queda chico para tanta caricia acumulada, que hasta el diablo se avergüence de las marranadas en la alcoba, así nos morimos de hambre y nosotros sólo con un paquete de cigarros y una que otra canción tarareada a media voz, medio tarará, hasta que el abrazo nos funde y los griegos que al final tenían razón, un dios infinitamente rencoroso con un rayo nos partió al medio, por envidia, por ortiva, por cagón, por tan poquita cosa, pero nosotros hoy nos cagamos en el muy cabrón, y las cuerdas nos brotan de las axilas y las ancas y nos atan en un abrazo de cintas ajustadas, de pacto eterno, y ya no hay muerte ni dolor ni injusticia tan grande que me separe de tu sombra, que tomada de mis dedos camina conmigo este poema, y otro, y otro, y uno más.
Comments