Cuenta Colombia
- Michal Hynst
- 18 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Soy la cordillera de los Andes
que en tres se va dividiendo.
Soy la selva, pacífica y oceánica
y el Atlántico caribeño.
Soy los llanos del Oriente
donde el sol se prende fuego.
Soy los páramos misteriosos
cuna de rayos y de vientos.
Soy sombra altiva del cóndor soberano
cumbres nevadas, peces de colores.
Soy los ojos del indio Caucano
el río que corre junto a los jaguares.
Soy el cauce magdaleno
y los montes que atraviesa.
Soy las arenas del desierto
allá en el Cabo de la Vela.
Pongan cuidado a esta historia
cada letra es naturaleza.
¡Oigan gentes, yo soy Colombia!
Café, caña y arroz.
Soy barco de hallazgo antillano
y soy asombro de los blancos.
Soy incertidumbre nativa
de Caribes, Huitotos y Arhuacos.
Soy la mochila que las Kogis
ofrendaban como historias vivas.
Soy la cruz del dios cristiano
por la que esos pueblos ardían.
Yo soy vergüenza de la conquista
soy exterminio de ignorancia española.
Soy muerte donde vaya la vista
y las cauchas del Amazonas.
Soy sangre de los Pijao
de Nasa, Muyska y Tayrona
soy la venganza de Bachué
maldición que no los abandona.
Pongan cuidado a esta historia
cada verso es de tristeza.
¡Oigan gentes, yo soy Colombia!
Sífilis, Cristo, Civilización.
Así, vinieron tiempo agitados
persecuciones y maltratos.
A falta de indios vinieron los esclavos
los de la piel y los ojos africanos.
Con los negros vinieron los tambores
con las negras los cantos de esperanza
entre indios y altares nació la Cumbia
madre de músicas y de danzas.
Tiples, guitarras y bandolas
como bambucos, pasillos y serenatas.
Acordeones, cajitas y maracas
para el romance de la canción vallenata.
Con quenas y flautas, la chirimía
o el joropo festivo o el arpa llanera
para que en delirio nocturno la Luna altanera
descubra la clave de la salsa mía.
Pongan cuidado a esta historia
donde la música brota cual maleza.
¡Oigan gentes, yo soy Colombia!
Rumba, tabaco y ron.
Cuando Libertad perfumó los aires
los negros la atraparon en sus pechos.
Con las negras construyeron los palenques
y sus niños fueron salvos, y las estrellas su techo.
Del exterminio, algunos indios quedaron vivos
forjando alianzas con otros pueblos.
Desde Leticia, por el Meta, hasta el Quindío
guardaron sus saberes y sus secretos.
Luego llegó la Gran Colombia
de obligaciones, derechos y políticas de Estado
y con Simón Bolívar, la Gran Mentira
de que un blanco estas tierras ha liberado.
Café, caucho, sangre y bananos
sacudieron a mi gente por esos años.
Alcohol, cigarros y amapola
fueron algunos de mis amados contrabandos.
Pongan cuidado a esta historia
porque así me libré de la realeza.
¡Oigan gentes, yo soy Colombia!
Plomo, tráfico, constitución.
Hoy los tiempos que me atraviesan
por desgracia no son muy distintos.
Mis gobernantes son blancos cual Santos Sepulcros
como Zuluaga, Pinilla y Uribe “el Periquito”.
Pero hubo una vez, un político mestizo
de madre profesora, nieto e hijo de los tintos.
Muerto por un canalla, de la C.I.A o de los míos
(si vas por la 7ª, aún puedes oler los tiros...)
Y tuve narcos superestrellas
a Miss Universos, y a Caycedo y Buenaventura.
A la Pola, a Don Otto en sus partituras
y a Garzón, bello dardo del humor y sus diabluras.
Esta soy, tierra de desafíos
de usuales negativas y falsos positivos
de gente linda que canta y baila
que dejan de serlo si jodes la vaina.
Pongan cuidado a esta historia
y no se me vayan que recién empieza
¡Oigan gentes, yo soy Colombia!
Piragua, ciudad y azadón.
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